La Cal de Morón
La cal de Morón es una de las señas de identidad que sitúa a Morón de la Frontera entre los pueblos blancos de Andalucía.
En pocos lugares podrá encontrarse una tradición tan antigua y profunda como es la de la elaboración de la cal y su arte popular de utilizarla.
Desde tiempos romanos, miles de toneladas llevadas a lomo de borriquillo forman parte de los pueblos blancos de Sevilla y sus alrededores.
La típica cal de Morón no sólo se empleaba para hacer enfoscados y pintar las fachadas, sino que también se le han dado otras utilidades dentro de la construcción.
Antiguamente, cuando no existía el cemento, se usaba en las edificaciones la argamasa, mezcla romana de cal, arena y agua.
En el siglo XIX se dio un empuje fuerte a la industria de la cal, que se convirtió en casi la más característica de Morón.
La cal de Morón se pregonó desde entonces por toda Andalucía, y sus artesanos fueron aumentando hasta el punto de que dos poblados vivieron enteramente de este oficio: Las Caleras del Prado y las Caleras de la Sierra.
Hoy en día, la cal de los tradicionales hornos moronenses se utiliza básicamente para pintar, aunque también se vende para los morteros de revestimiento, mientras que la cal de la moderna industria de Morón se destina a la química, minería y fundiciones, principalmente.
Durante muchas generaciones, el trabajo artesanal de familias que incluso tienen el apellido de Calero, han mantenido vivos los antiguos hornos de herencia romana, alimentados con leña de olivos, ramas o zarzales.
La cal de estos hornos posee unas características especiales para la construcción y encalado por su elaboración artesanal, ya que los caleros seleccionan las mejores rocas calizas, que tras la cocción se transforman en hidróxido cálcico, la popular cal andaluza.
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
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